¡Lápices abajo! ¡Hora de la fiesta!
El primer día de las vacaciones de verano es enormemente simbólico. ¡Lo hemos conseguido! Se acabaron las clases. ¡Hora de dormir! O..... Uh oh.... ¿cuáles son nuestros planes? ¿Dónde está mi guardería? ¿Cuántos Dino Nuggets comeremos este año?
Independientemente del entusiasmo o la inquietud de su familia ante las vacaciones de verano, es totalmente normal que los horarios apretados, las mudanzas y la adaptación al cambio formen parte del proceso. Es habitual que los niños -y los adultos- lo pasen mal con los cambios y las transiciones. Somos animales de costumbres.
Las rutinas regulares crean sentimientos de seguridad y comodidad: saber qué esperar reduce las incertidumbres y preocupaciones. Las rutinas también ahorran energía, desde el punto de vista neurobiológico, porque nos permiten confiar en procesos físicos y psicológicos automáticos. Por eso, cuando se acaba una rutina importante, suele ser buena idea encontrar rápidamente la siguiente que funcione.
Ya sea que las actividades de verano de sus hijos estén llenas de campamentos y actividades estructuradas, días no estructurados llenos de juego y tiempo libre, o una combinación, el final del año escolar dará lugar a algunos cambios, incluyendo cambios y pérdidas sociales, ajustes de horarios diarios y transiciones de actividades. Cualquiera de estos tipos de cambios puede crear arrugas en el bienestar emocional de los niños.
No te preocupes: ¡hay muchas formas de alisar las arrugas!
Anticipe y hable de las transiciones. A medida que se acerque el final del curso escolar, hable de lo que va a ocurrir. Asegúrese de que su hijo conoce el calendario: ¿Cuándo es el último día de colegio? ¿Cuántas semanas o días faltan? ¿Qué cosas le apetecen a su hijo antes y después del fin de curso? ¿Cómo le gustaría celebrarlo?
Marca la ocasión. Anima a los niños a escribir notas o hacer dibujos de fin de curso para los profesores y amigos de los que se despiden. Reflexionen en familia sobre el curso escolar: ¿cuáles han sido los mejores y los peores momentos de cada uno? ¿De qué se sienten más orgullosos?
Supera las transiciones con personas, lugares, cosas y actividades. Saber que algunas cosas no cambiarán puede ser útil. Ayude a su hijo a hacer un plan para pasar tiempo con un compañero de clase una o dos semanas después de que termine el colegio. Haga una visita de fin de semana al patio del colegio durante el verano. Haga que su hijo participe en una actividad habitual -como el juego Mightier - al final del curso escolar y durante el verano. Este tipo de oportunidades para tender puentes contrarrestan los grandes cambios con la continuidad.
Valida los grandes sentimientos que acompañan al cambio. Los niños pueden mostrarte o no los sentimientos que les provoca el final del curso escolar. En cualquier caso, puedes decirles que a veces te sientes triste o nervioso cuando algo termina, que mucha gente se siente así y que no pasa nada por sentirse así.
Ofrezca oportunidades para la creatividad y la diversión. Especialmente si su hijo tiende a no hablar de cómo se siente, ofrecerle actividades creativas como hacer arte o música, cuentos u obras de teatro, puede darle la oportunidad de procesar la transición fuera del curso escolar. Y la diversión puede ser una buena distracción de los problemas de la transición y una forma estupenda de que la familia pase tiempo junta.
Cuando se trata de facilitar la transición entre el final del curso escolar y el verano, ¿qué le ha funcionado a usted?
